martes, 25 de mayo de 2010

Un momento de "Ilusión"

En realidad no quería ir a la fiesta, me sentía desganado y con un poco de flojera, no obstante, sabía que tenías muchos deseos de ir y divertirte, además, era viernes en la noche.

Sabía que si no iba yo, no irías tu, aunque en realidad no entendía por que, ya que en varias ocasiones nunca te había importado salir a alguna fiesta sin siquiera decirme, provocando que me preocupara cuando llegaras tarde, pero bueno eso es otra historia. El punto es que quería que te divirtieras y si realmente querías ir, no sería yo el que te lo impidiera.

Nos arreglamos y nos dispusimos a ir, no estaba muy lejos de la casa el lugar donde seria la reunión pero aun así fuimos en auto.

Cuando llegamos ayudamos a inflar algunos globos para adornar, habíamos llegado más temprano de lo que esperamos. Aun así me sentía un tanto triste, pero no importaba tú estabas contento mientras una de las amigas que tenemos en común trataba de golpearte con una espada improvisada de uno de los globos. El pequeño salón se fue llenando periódicamente y cuando consideraron pertinente empezó la fiesta, colocaron música y un sistema de retos y castigos inauguro el inicio de "por que esto aun no se termina". (Titulo muy adecuando para una fiesta previa a la graduación). Debo de admitir que me dieron celos cuando tu reto consistió en que te bailara una de las asistentes, los suficientes para que saliera al jardín evitando así presenciar la escena.

Así pasaron las horas progresivamente, las risas y los cantos no se hicieron esperar y algunos juegos más (uno en el cual participe contigo y que ahora es my juego favorito) transformaron la noche en algo que recordar.

Los columpios del jardín pronto llamaron nuestra atención e hicieron que saliéramos durante un rato, el cual fue interrumpido por el viento frio que empezó a calar a todos, llevándolos a regresar dentro, eseptuandome a mí, que aun continuaba sentado en un columpio para dos, un asiento frente al otro y divagando me imagine lo que se sentiría que un chico se sentara contigo solo con la intención de estar a tu lado.

Que fuera alto y apuesto de pelo obscuro, ligeramente fornido, la piel clara y unos ojos negros que me dijeran todo y nada al mismo tiempo, de aire misterioso y triste adornado con una sonrisa sincera, ¿en realidad estaba pidiendo demasiado?. Al parecer sí.

Alguien salió del salón de fiestas tratando de parecer inadvertido para los presentes dentro y me dirigió una mirada ligeramente preocupada, se acerco con pasos lentos hasta donde me encontraba y se detuvo a un costado del pequeño columpio.

-¿Puedo sentarme?- solo asentí como respuestas.

Aquel chico de ensueño que había revoloteado en mi mente se vio remplazado por ti, no eras tan guapo y a diferencia de él tampoco eras tan alto, eras mas moreno, tus ojos eran ligeramente más claros, café obscuro para ser exactos y aquella sonrisa parecía que en tu rostro jamás se dibujaría.

Pero aun así, para mí fue algo maravilloso, si los ángeles en realidad se encontraban entre nubes, me sentía como uno de ellos y te podría haber jurado que las estrellas, cada una, brillo un poco más de lo normal creando una atmosfera mágica, especial.

Las dimensiones del pequeño par de asientos, uno frente a otro hacia que nuestras rodillas se rosaran cada vez que se balanceaba, trataste de hacerme platica a la cual trate de responder sin que se notara mi hastió y flojera, me expresaste tus ideas, curiosidades sobre las personas y hasta tus sentimientos.

Cada intento de sacarme una sonrisa o carcajada mejoraban mi ánimo que hasta pensé en momentos decirte lo que sentía por ti, y cuando estuve a punto de decirlo evocaste a aquella chica que tanto dolor te causaba cuando hablabas de ella y que al mismo tiempo te llevaba al paraíso, todo en un latido del corazón, sentí que me caía y me daba vueltas la cabeza, quería llorar, y estuve a nada de cumplir mi necesidad emocional, hasta que puse atención en tus palabras, como la describías y embelesabas, creándote a una divinidad en tu emocionada cabeza.

A tal punto que me recordaste a mí, como te había borrado cada defecto con una virtud que en ocasiones llegaron a ser imaginaciones mías desde el momento que me di cuenta que mis sentimientos había pasado la barrera de la amistad. Como te había defendido a capa y espada de cualquier mal comentario que se dijera a tus espaldas y de cómo cada vez que me saludabas, estrechándome la mano siempre me la llevaba al pecho donde, aunque sabía que solo había un órgano que bombeaba sangre , te sentía más cerca de mí.

Te amaba de la misma forma en que tú la amabas a ella y solo pude decirte que la esperanza moría al último y que no debía rendirte ante lo que querías y ante a quien amabas. Un consejo que tontamente también tome como propio, porque aun sabiendo que tu jamás te darías cuenta de mi cariño, quería seguir cerca de ti en la medida de lo posible.

Tu expresión cambio a un vano alivio y me preguntaste si quería entrar con los demás, asentí nuevamente y bajaste del columpio, mis rodillas sintieron la falta de tu calor y tacto, me levante de mi asiento y me dirigí hacia la puerta donde me esperabas impaciente, me detuve ante la puerta que sostenías para que pasara y mire al cielo donde la luna llena reposaba. Tal vez era todo lo que el destino me podía dar, solo un momento de ilusión y pese a ello, le estaba agradecido.

Me tocaste el hombro y entramos.

1 comentario:

  1. Es hermoso lo que escribes y pues sí
    como bien dices:
    Lo último que muere es la esperanza y tal vez esa ilusión que se manifestará tan real y magnífica no tarda en llegar, espera paciente y suerte con eso
    saludos........azya.........

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