miércoles, 8 de septiembre de 2010

De mejor animo, supongo jeje

mmmm.... creo que termine la continuación..... para el publico imaginario un agradecimiento jejeje (siempre quise decir eso :))

Encontrándome
Parte 2 " Desilusión"

Aun sabiendo que ellas no me protegerán de la vergüenza ni de la sensación de haber hecho algo terrible, el mantenerme cubierta en mi totalidad por las sabanas me hacen sentir un poco más segura, aun estoy un poco mareada por el fuerte sedante que me dieron y hasta el momento, agradezco, ninguna de las chicas a dicho nada desde que desperté en mi recamara.

Cuatro pastillas se mantienen en mi mesa de noche bajo la cálida luz de la lámpara y a lado de un gran vaso de agua, del suelo había recogido las indicaciones que por descuido tal vez mis padres habían olvidado, decía que se esperaba que estas pastillas pudiesen ayudar y hacer desaparecer mi condición de desorden de personalidades, esquizofrenia y trastornos de ira. Esperaba que fuera cierto.

Las voces de mis padres en el piso de abajo, llegan hasta mis oídos a través del suelo de madera. – ¿Sabes cómo puede afectar esto nuestra reputación, nuestra posición en la sociedad?, aun se habla de la Karen- la voz de papa se quebró un momento, pero continuo, retomando su angustia- ¿que dirán ahora los inversionistas y la prensa?, ¿qué dirán?- los lloriqueos de mama se intensifican y casi parece que lo hace apropósito para darle más dramatismo a la escena.

El cargo de mi padre en la política es muy importante, según tengo entendido, por lo que siempre nos hemos visto en la necesidad de aparentar todo el tiempo ante cada persona del mundo, mama trata de mostrar que es una gran madre y mujer del mundo moderno, con sus extravagantes fiestas y reuniones de caridad aunque sigue ocultando los antidepresivos en el botiquín del baño de servicio para que no se entere mi padre, que a su vez mantiene una aventura con Cecilia la muchacha de servicio y tiene un ligero problema con el alcohol. Por mi parte he tenido que congeniar con varias hijas de grandes ejecutivos e ir a las escuelas más prestigiosas solo para aparentar y que se hable bien de nosotros.

El mareo desapareció tras una hora aproximadamente y entonces pude levantarme, no podía creer que todo hubiera pasado tan rápido, en menos de 5 minutos había pasado de entrar con desgana a un consultoría a empezar a gritarle a una imagen inanimada de manera demencial. Me dirigí al armario para poder sacar mi pijama, aun traía la misma ropa con la que había ido a la consulta y para ser sincera estaba hecha un desastre y no era para menos, me habían derribado tres encargados de seguridad y el señor de mantenimiento para poder colocarme el sedante. Me sentía muy apenada con aquel espectáculo y lo peor es que ni siquiera había tenido el control de mis acciones en aquel momento. Qué problema. Tome el pijama más cerca a la puerta, uno conjunto azul con mis iniciales bordadas en el costado con caligrafía casi principesca. Me cambie rápidamente y me dirigí al espejo que me mostraba de cuerpo completo que estaba en la esquina cerca del ventanal. Asombrosamente, mi reflejo no mostraba mi pijama azul, en su lugar vestía un camisón amarillo pastel que llegaba hasta mis pies y mi cabello estaba recogido en un gran moño del mismo color. Retrocedí unos pasos, alejándome de mi reflejo, quería gritar pero algo me lo impidió. Mi reflejo estaba quieto mirándome con una expresión triste.

-¿Ya estas mejor?- me preguntó con pesar mi reflejo, o más bien Martha, aquel aroma a tierra húmeda impregno el aire,- no queríamos causarte tantos problemas- se disculpo.
- ¡Déjenme en paz!- grite lo más bajo que pude y tratando de ser amenazante en la voz,- gracias a ustedes mi vida ahora es un completo desastre- tal vez estaba exagerando un poco pero a grandes rasgos era la verdad.
-Pues a mi parecer fue algo muy gracioso- la voz de Mariana se oyó a mi izquierda, y en cuento voltee, encontré en el espejo del tocador otro reflejo mío, este por su parte tenía el cabello rizado, un pantalón rosa y una camisa muy amplia que dejaba salir su hombro por el orificio del cuello,-aunque ese tipo de la fotografía no me agrado ni tantito- y frunció el seño como si tuviera una rabieta.
- Estoy de acuerdo contigo, ese maldito estúpido debería de entender que conmigo no se debe de meter- un extraño aire penetrante a pimientos me golpeo la cara y el olfato, justo en la venta, un perfil, se asomaba por el cristal de la ventana, al parecer era Marlene, mi pelo en ella era más obscuro de lo normal y una simple camisa de tirantes y un short rojos carmesí cubrían mi… es decir su cuerpo.
-Disculpa- me sentí ofendida- ¿contigo? hasta donde yo tenía entendido este es mi cuerpo y no el tuyo- atine a decir, si creía que el efecto del sedante se había esfumado ahora me lo estaba preguntando seriamente, la sensación de mareo regreso a mi cabeza, en cuestión de horas acababan de avanzar mis problemas mentales más de lo que evolucionaron en estos 7 años.

-Pues eso deberías de plantearte María, por que cuando pude tener el control de tu cuerpo, jamás me había sentido más viva en toda mi existencia, casi podría asegurar que si esos idiotas no me hubieran envestido y dado un tranquilizante, aun tendría el control total- grito Marlene.
- Déjala en paz, sabes que lo que hiciste estuvo mal- trato de defenderme Martha.
-¿La próxima vez puedo ser yo?, ¡es mi turno!- dijo Mariana mientras saltaba de un lado a otro.
-Ni lo sueñes…-
-pero…-
Emprendieron una discutir de nuevo, al punto que ya no supe ni quise saber quien decía que, sentía vacio en el estomago, como cuando tienes ganas de vomitar pero no puedes, ya que no has ingerido nada. Me dejé caer sobre la cama para poder saber qué hacer, quería creer que esto solo era un sueño, un mal sueño, una pesadilla. Tenía la necesidad de decirme a mi misma que pronto despertaría y me encontraría en mi cama sin ninguna voz que no debiera estar ahí y sin el constante malestar de las discusiones en mi mente.

Un sonido molesto y familiar comenzó a sonar intermitentemente, era la alarma en el reloj, gire sobre la cama para ver qué hora era. Las 10:00 de la noche, la hora de dormir…. y ahora que lo recordaba la hora que recomendaba la receta para que ingiriera esas pastillas, las mismas que podrían quitarme este insano dolor de cabeza y estas problemáticas entidades que ahora eran más tangibles que antes.

Me acerque apresuradamente hacia ellas y en cuanto las tuve en la mano todo en mi habitación callo, voltee hacia los diferentes reflejos y me encontré con tres caras atónitas, temerosas y desafiantes a la vez.

-No pensaras tomarte eso ¿verdad?- pregunto Mariana tratando de disimular su miedo con una sonrisa chueca.
-No sabes que te pueden causar, podrían tener varios efectos secundarios- dijo seriamente Martha arrugando con sus puños un pedazo del camisón que la envolvía.
Marlene, por una vez, guardo silencio pero no por eso dejo de verme retadoramente.

Estaba decidida, ya no soportaría mas de esto, acerque las pastillas a mi boca y tome el vaso de agua, todas empezaron a hablar al unisonó, aconsejando, suplicando y blasfemando contra mí. Pero no había nada que pudiera detener lo que pensaba hacer. Trague los medicamentos y un gran sorbo de agua. Pasaron algunos minutos mientras esperaba que me hicieran efecto y que cualquier rastro de las demás desapareciera. No obstante el marcar el reloj las 10:12 mi esperanza se desvaneció puesto que todas comenzaron a gritarme.

Me acosté nuevamente en la cama y me puse encima las cobijas, mi decepción era lo suficientemente grande, pues mi último recurso no había funcionado, que ni las voces ni reclamos me afectaron esta vez. Sabía que tenía sueño y que por primera vez si lograría cerrar los ojos para dejarme llevar por el cansancio, una lágrima solitaria resbalo por mi mejilla. Desee que mañana fuera un día mejor, y me entregue a la inconsciencia.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Comenzando de nuevo.

Otra vez se me ocurrió otra historia, espero esta vez si terminarla o al menos que tenga una secuencia mas duradera jejeje (lo divertido de escribir aquí es que nadie lo lee jejejeje)
pues haber, empecemos....

Encontrándome
Parte 1 "Desconcierto"

-Salta- susurró Marlene en cuanto vio, a través de mis ojos, la ventana de cristal al fondo de la oficina.
-¡No lo hare, no estoy loca!- le respondí, tal vez la ultima parte no fuera del todo cierta, pero no saltaría solo porque me lo ordenase.
-Hazlo- insistió.

-No la escuches, saltar es algo tonto- replico Martha.
-No pienso hacerlo, ¿Por quién me tomas?- Replique un poco molesta.

Intentando no prestar atención a ninguna, divague a mi alrededor buscando algo en que enfocar mi mente, pero la oficina del Doctor Martínez no era exactamente un lugar en el cual encontrar algo interesante ni fuera de lo ordinario como para dejar de lado la discusión que se estaba gestando en mi cabeza. Apenas algunos títulos enmarcados y cuadros de arte moderno vestían las blancas paredes del consultorio, a mi izquierda una gran maseta reposaba junto a la ventana y en contraparte, a la derecha algunos libreros de madera obscura descansaban contra la pared a unos cuantos metros de la puerta de acceso. Una sencilla imitación de una sala de estar, en donde se impartía la terapia, descansaba sobre un amplio tapete en el centro del despacho, posiblemente persa deduje. Y, como todo buen psiquiatra, guardaba en una repisa una veintena de fotos de niños y adolescentes sonriendo, prueba de sus grandes éxitos a través de los años.

De entre las fotos dos me llamaron la atención, en la primera, la imagen mostraba a un chico atractivo de ojos azules intenso y cabello castaño obscuro que sonreía desde una playa al atardecer saludando a quien quiera que estuviera tomando la foto en aquel momento, y la segunda, había captado a una sonriente niña rubia, no mayor de los 6 años, saltando la cuerda en un parque. A diferencia del chico, al cual no conocía, a aquélla pequeña sí que la conocía bien, su nombre era Karen, cumplía años el 7 de Septiembre, le encantaba el helado de pistache y jugar con sus muñecas y le tenía miedo a la obscuridad. Esa criatura podía hacer luminoso al día más nublado con sus ocurrencias y bromas y si embargo el día mas soleado del verano fue el testigo de su muerte. Si… ella había sido mi hermana menor hasta el verano pasado.

Pero, en fin, tras varias entrevistas por televisión sobre el secuestro, que el cuerpo de policía pasaba más tiempo en casa que mis padres y que tras 2 meses de tención y negociación, solo se pudiese obtener el cadáver de Karen, sinceramente paso de recordar todo eso.

-¿Aun la extrañas?- de inmediato trate de encontrar la fuente de la voz, pensé al principio que era el Dr. Martínez, pero deseche esa posibilidad al captar que era la única en la habitación y la segunda opción de que hubiese sido Marlene o Martha se desvaneció al oír el abucheo en mi cerebro. – Vamos, dime- me animo aquella voz y tras buscar con más cuidado por segunda vez, encontré al culpable de mi desconcierto, aquel chico guapo en la fotografía de la playa estaba de brazos cruzados mirándome casi con comprensión. -¿La echas de menos?-.

Aunque ya estaba acostumbrada a esto de que los objetos hablaran y dijeran cosas o ya en un extremo se movieran por voluntad, ya que era uno de los gajes de ser esquizofrénica, me sobresalte pues era de las contadas veces que un objeto parlante se dirigiera a mí específicamente y de cualquier forma.

-Un poco, creo- reconocí, si que tenían razón mis padres para haberme enviado al psiquiatra, ya había perdió cualquier rastro de cordura, al principio cuando comencé a escuchar a Mariana, Marlene y Martha en mi cabeza se lo adjudique a tener una imaginación muy activa y decidí guardarlo en secreto pero tras 7 años de mantener estas conversación, percatarme que en ocasiones no podía controlarlas y que esta “imaginación” se hubiese extendido a seres u objetos ajenos a mí, me obligue a contárselo a mis padres, cosa que no había resultado como esperaba, aunque tal vez no fue el momento más oportuno cuando decidí hacerlo. Hace dos semanas exactamente fue la confrontación para ser exactos. Y para resumir, mi madre llamo de inmediato al Dr. Martínez y mi padre me miro incrédulo haciéndome varias preguntas que pasaron de un, ¿estás segura?, a un ¿sabes cómo afectara esto mi reputación y mi puesto político?

Así que tras todo esto, eme aquí esperando al psiquiatra y, desgraciadamente, hablando con una fotografía.

-Deberías salir más seguido- me aconsejo sonriendo, un destello fugaz alumbro su blanca dentadura.- ¿Qué sugieres?- le pregunte, ¿que demonios estaba haciendo?, ¿en realidad le haría caso a una imagen? Debería de olvidarme de seguir esta conversación. El muchacho se acerco un poco más al marco mientras se pasaba la mano por su revuelto cabello.- Deberías de ir a una fiesta, casualmente mañana yo hare una, tal vez quieras venir conmigo y… -.

La voz del chico se ahogo con el sonido del portazo que dio el psiquiatra al cerrar la puerta, la sorpresa me hizo dar un respingo y observar que me encontraba anormalmente cerca de la repisa de portarretratos. Hasta la discusión de Marlene y Martha se interrumpió abruptamente, sabía que seguían en algún lado de mi cabeza pero había decidido callar.

-Hola María- saludo cortésmente el doctor sin siquiera mirarme y con un ademan me invito a sentarme en el sillón predispuesto al paciente. Automáticamente seguí la indicación y espere a que el se sentara en la silla frente a mi por enésima vez.

-Devuélvele el saludo- comenzó Martha. –Hola- le respondí al doctor con un ligero balbuceo. El Dr. Martínez tomo su habitual blog de notas, cruzo la pierna para ponerse cómodo y comenzó con las típicas preguntas.- ¿ Como te encuentras hoy?-.

Mas tardo en formular la pregunta que en que el trió de habladoras explotaran en un mar de respuestas.
-Dile que te encuentras bien- sugirió dulcemente Mariana, la tercera del grupo.
-Dile que no has dormido mucho últimamente- recomendó lentamente Martha.
-Dile que, que le importa al imbécil- grito fuertemente Marlene alargando la última palabra con desagrado.

-ha…- no sabía a quién le debía de seguir la corriente, cualquier respuesta que diera desencadenaría otra de las peleas entre ellas y ahora que no tenía nada con que distraerme sería muy difícil ignorarlas.- pues…- el rostro del psiquiatra mostro extrañeza.

-¿María?- volvió a preguntar. -¿Han regresado las voces?-. A cada pregunta una nueva avalancha de respuestas se amontonaba atropelladamente en la materia gris de mi cerebro, y en acción reflejo coloque mis manos en mis sienes aunque conocía de sobra que eso no me ayudaría en nada.

-Actúa normal, si no te creerá loca- dijo Martha
-Respóndele que no es nada, que solo es un dolor de cabeza pasajero- prosiguió Mariana
-Quítate las manos de la cabeza, ¡parece una estúpida!- bufo Marlene.
-Guarden silencio- les pedí con enojo.-Dejen de gritar todas a la vez-. A pesar de ello continuaron, dejándome con una terrible confusión y para empeorarlo, al no responder, el Dr. Martínez solo hacia más preguntas provocando constantes oleadas de palabras y replicas que solo yo podía oír.

-¡BASTA!- grite con los ojos cerrados de ira e impotencia de no poder controlar ni mis propios pensamientos, y el silencio se hizo en toda la habitación de manera abrupta, en el momento en que abrí los ojos me sorprendí. Estaba de pie con los puños apretados a los costados con tanta fuerza que me estaba haciendo daño, el vidrio del cristal me dio una vaga reflexión de mi enrojecido rostro fruncido de enojo y un asustado psiquiatra se escondía detrás de su blog como si le pudiera lanzar algo en cualquier momento. Aquel grito había pasado la barrera de mis pensamientos hasta llegar a surgir por mis cuerdas bucales

-Al parecer tenemos problemas de ira- dijo burlonamente el chico de la fotografía con las manos en la cintura y una expresión parecida a la mía en su rostro pero del todo ridiculizada. –Quizás deberías de ir a un psiquiatra, oh, pero espera, ya estás en uno- y comenzó a reírse a grandes carcajadas. No sé en qué momento la ira que se formo en mí, contra aquel desquiciante hombre de la fotografía, dejo de sentirse propia o en qué segundo mi boca empezó a blasfemar fuertemente contra aquel rectángulo de madera mientras me acercaba amenazadoramente sin que yo fuera la causante. Me daba la impresión de que estaba dentro de un gigantesco robot y que aunque yo podía ver lo que estaba viendo aquel humanoide no tenia control alguno sobre sus funciones.

Por mis venas la sangre fluía a una velocidad que no creía que fuera posible, mis respiraciones eran entrecortadas y mis palabras eran casi guturales sin dejar de ser mi voz en lo absoluto, el psiquiatra se había acercado con cautela al teléfono y había presionado un botón rojo mientras articulaba palabras que no pude llegar a oír a razón de lo que yo misma gritaba. Tome el portarretrato de la repisa y me lo acerque al rostro, el pequeño muchacho en ella daba vueltas y brincos mientras arremedaba cada frase con un tono de voz infantil y balbuceante.

-¿Qué está pasando?- me pregunte pero en lugar de que mi boca reaccionara y repitiera la pauta que le pedía seguir, mi pregunta retumbo como si me encontrara en una cueva dentro de mí, -¿qué demonios pasa? repetí, el eco no se hizo esperar y volvió a recorrer de pies a cabeza donde fuera que estuviera.

–Parece que le cediste el dominio de tu cuerpo a Marlene- sonó a mis espaldas la inconfundible voz de Martha. ¿Cómo es que estaba a mis “espaldas”?,¿Qué no ellas estaban en mi cabeza..?, eso quería decir que ¿Me encontraba ahora dentro de mi propia mente?,- eso es correcto- respondió Mariana con su inconfundible voz más aguda que cualquiera de las demás,-Personalmente hubiera preferido que me hubieras prestado tu cuerpo a mi primero-.

Al voltearme sobre mi misma en mí… lo que fuera donde se supone que fuera en lo que estaba, si es que eso tenía algún sentido estuve frente a frente con dos de mis conciencias mentales. Era casi como… como… sentirte a ti misma en un espejo. No había otra forma de describirlo, el decir que las veía hubiera sido del todo una mentira ya que mis ojos aun estaban enfocados en aquel chico y sus grotescas muecas, no, la más cercano a lo que pasaba en este momento era que las sentía a ambas. Ambas despedían una clase de esencia diferente mezclada con… con… ¡emociones! , ¡Eso!, Mariana desprendía un aroma dulzón y un aura de felicidad casi empalagosa como cuando corres a abrir los regalos debajo del árbol la mañana de navidad, por su parte Martha tenía un extraño aroma a tierra mojada y una brisa de melancolía a su alrededor que solo podía comparar con aquella tarde lluviosa en la que enterramos a Karen en el panteón. Ahora no había la menor duda de una cosa, estaba completamente fuera de mis cabales, delirando, constaba que estaba loca.

-No estás loca- me corrigieron ambas –Solo se te fue de las manos una emoción, a todos les pasa-continuo Martha,-solo debes de retornar a tu cuerpo y tomar de nuevo el control de este-.
-Claro, ¿pero como lo hago?- replique, mas si alguien me respondió no pude entenderle pues comencé a apreciar que mi cuerpo era lanzado hacia adelante y que abruptamente este se golpeaba contra la pared seguido de una presión impresionante que me arrojo contra el piso y me mantuvo ahí.

La incomodidad de un aguijonazo en mi brazo derecho promovió que mi mirada se sintiera desenfocada y mis parpados pesados, la sensación de ser estrujada se desvaneció gradualmente y después de lo que pensé seria solo un parpadeo mas, todo se sumió en la obscuridad. Dulce y relajante obscuridad.