domingo, 5 de septiembre de 2010

Comenzando de nuevo.

Otra vez se me ocurrió otra historia, espero esta vez si terminarla o al menos que tenga una secuencia mas duradera jejeje (lo divertido de escribir aquí es que nadie lo lee jejejeje)
pues haber, empecemos....

Encontrándome
Parte 1 "Desconcierto"

-Salta- susurró Marlene en cuanto vio, a través de mis ojos, la ventana de cristal al fondo de la oficina.
-¡No lo hare, no estoy loca!- le respondí, tal vez la ultima parte no fuera del todo cierta, pero no saltaría solo porque me lo ordenase.
-Hazlo- insistió.

-No la escuches, saltar es algo tonto- replico Martha.
-No pienso hacerlo, ¿Por quién me tomas?- Replique un poco molesta.

Intentando no prestar atención a ninguna, divague a mi alrededor buscando algo en que enfocar mi mente, pero la oficina del Doctor Martínez no era exactamente un lugar en el cual encontrar algo interesante ni fuera de lo ordinario como para dejar de lado la discusión que se estaba gestando en mi cabeza. Apenas algunos títulos enmarcados y cuadros de arte moderno vestían las blancas paredes del consultorio, a mi izquierda una gran maseta reposaba junto a la ventana y en contraparte, a la derecha algunos libreros de madera obscura descansaban contra la pared a unos cuantos metros de la puerta de acceso. Una sencilla imitación de una sala de estar, en donde se impartía la terapia, descansaba sobre un amplio tapete en el centro del despacho, posiblemente persa deduje. Y, como todo buen psiquiatra, guardaba en una repisa una veintena de fotos de niños y adolescentes sonriendo, prueba de sus grandes éxitos a través de los años.

De entre las fotos dos me llamaron la atención, en la primera, la imagen mostraba a un chico atractivo de ojos azules intenso y cabello castaño obscuro que sonreía desde una playa al atardecer saludando a quien quiera que estuviera tomando la foto en aquel momento, y la segunda, había captado a una sonriente niña rubia, no mayor de los 6 años, saltando la cuerda en un parque. A diferencia del chico, al cual no conocía, a aquélla pequeña sí que la conocía bien, su nombre era Karen, cumplía años el 7 de Septiembre, le encantaba el helado de pistache y jugar con sus muñecas y le tenía miedo a la obscuridad. Esa criatura podía hacer luminoso al día más nublado con sus ocurrencias y bromas y si embargo el día mas soleado del verano fue el testigo de su muerte. Si… ella había sido mi hermana menor hasta el verano pasado.

Pero, en fin, tras varias entrevistas por televisión sobre el secuestro, que el cuerpo de policía pasaba más tiempo en casa que mis padres y que tras 2 meses de tención y negociación, solo se pudiese obtener el cadáver de Karen, sinceramente paso de recordar todo eso.

-¿Aun la extrañas?- de inmediato trate de encontrar la fuente de la voz, pensé al principio que era el Dr. Martínez, pero deseche esa posibilidad al captar que era la única en la habitación y la segunda opción de que hubiese sido Marlene o Martha se desvaneció al oír el abucheo en mi cerebro. – Vamos, dime- me animo aquella voz y tras buscar con más cuidado por segunda vez, encontré al culpable de mi desconcierto, aquel chico guapo en la fotografía de la playa estaba de brazos cruzados mirándome casi con comprensión. -¿La echas de menos?-.

Aunque ya estaba acostumbrada a esto de que los objetos hablaran y dijeran cosas o ya en un extremo se movieran por voluntad, ya que era uno de los gajes de ser esquizofrénica, me sobresalte pues era de las contadas veces que un objeto parlante se dirigiera a mí específicamente y de cualquier forma.

-Un poco, creo- reconocí, si que tenían razón mis padres para haberme enviado al psiquiatra, ya había perdió cualquier rastro de cordura, al principio cuando comencé a escuchar a Mariana, Marlene y Martha en mi cabeza se lo adjudique a tener una imaginación muy activa y decidí guardarlo en secreto pero tras 7 años de mantener estas conversación, percatarme que en ocasiones no podía controlarlas y que esta “imaginación” se hubiese extendido a seres u objetos ajenos a mí, me obligue a contárselo a mis padres, cosa que no había resultado como esperaba, aunque tal vez no fue el momento más oportuno cuando decidí hacerlo. Hace dos semanas exactamente fue la confrontación para ser exactos. Y para resumir, mi madre llamo de inmediato al Dr. Martínez y mi padre me miro incrédulo haciéndome varias preguntas que pasaron de un, ¿estás segura?, a un ¿sabes cómo afectara esto mi reputación y mi puesto político?

Así que tras todo esto, eme aquí esperando al psiquiatra y, desgraciadamente, hablando con una fotografía.

-Deberías salir más seguido- me aconsejo sonriendo, un destello fugaz alumbro su blanca dentadura.- ¿Qué sugieres?- le pregunte, ¿que demonios estaba haciendo?, ¿en realidad le haría caso a una imagen? Debería de olvidarme de seguir esta conversación. El muchacho se acerco un poco más al marco mientras se pasaba la mano por su revuelto cabello.- Deberías de ir a una fiesta, casualmente mañana yo hare una, tal vez quieras venir conmigo y… -.

La voz del chico se ahogo con el sonido del portazo que dio el psiquiatra al cerrar la puerta, la sorpresa me hizo dar un respingo y observar que me encontraba anormalmente cerca de la repisa de portarretratos. Hasta la discusión de Marlene y Martha se interrumpió abruptamente, sabía que seguían en algún lado de mi cabeza pero había decidido callar.

-Hola María- saludo cortésmente el doctor sin siquiera mirarme y con un ademan me invito a sentarme en el sillón predispuesto al paciente. Automáticamente seguí la indicación y espere a que el se sentara en la silla frente a mi por enésima vez.

-Devuélvele el saludo- comenzó Martha. –Hola- le respondí al doctor con un ligero balbuceo. El Dr. Martínez tomo su habitual blog de notas, cruzo la pierna para ponerse cómodo y comenzó con las típicas preguntas.- ¿ Como te encuentras hoy?-.

Mas tardo en formular la pregunta que en que el trió de habladoras explotaran en un mar de respuestas.
-Dile que te encuentras bien- sugirió dulcemente Mariana, la tercera del grupo.
-Dile que no has dormido mucho últimamente- recomendó lentamente Martha.
-Dile que, que le importa al imbécil- grito fuertemente Marlene alargando la última palabra con desagrado.

-ha…- no sabía a quién le debía de seguir la corriente, cualquier respuesta que diera desencadenaría otra de las peleas entre ellas y ahora que no tenía nada con que distraerme sería muy difícil ignorarlas.- pues…- el rostro del psiquiatra mostro extrañeza.

-¿María?- volvió a preguntar. -¿Han regresado las voces?-. A cada pregunta una nueva avalancha de respuestas se amontonaba atropelladamente en la materia gris de mi cerebro, y en acción reflejo coloque mis manos en mis sienes aunque conocía de sobra que eso no me ayudaría en nada.

-Actúa normal, si no te creerá loca- dijo Martha
-Respóndele que no es nada, que solo es un dolor de cabeza pasajero- prosiguió Mariana
-Quítate las manos de la cabeza, ¡parece una estúpida!- bufo Marlene.
-Guarden silencio- les pedí con enojo.-Dejen de gritar todas a la vez-. A pesar de ello continuaron, dejándome con una terrible confusión y para empeorarlo, al no responder, el Dr. Martínez solo hacia más preguntas provocando constantes oleadas de palabras y replicas que solo yo podía oír.

-¡BASTA!- grite con los ojos cerrados de ira e impotencia de no poder controlar ni mis propios pensamientos, y el silencio se hizo en toda la habitación de manera abrupta, en el momento en que abrí los ojos me sorprendí. Estaba de pie con los puños apretados a los costados con tanta fuerza que me estaba haciendo daño, el vidrio del cristal me dio una vaga reflexión de mi enrojecido rostro fruncido de enojo y un asustado psiquiatra se escondía detrás de su blog como si le pudiera lanzar algo en cualquier momento. Aquel grito había pasado la barrera de mis pensamientos hasta llegar a surgir por mis cuerdas bucales

-Al parecer tenemos problemas de ira- dijo burlonamente el chico de la fotografía con las manos en la cintura y una expresión parecida a la mía en su rostro pero del todo ridiculizada. –Quizás deberías de ir a un psiquiatra, oh, pero espera, ya estás en uno- y comenzó a reírse a grandes carcajadas. No sé en qué momento la ira que se formo en mí, contra aquel desquiciante hombre de la fotografía, dejo de sentirse propia o en qué segundo mi boca empezó a blasfemar fuertemente contra aquel rectángulo de madera mientras me acercaba amenazadoramente sin que yo fuera la causante. Me daba la impresión de que estaba dentro de un gigantesco robot y que aunque yo podía ver lo que estaba viendo aquel humanoide no tenia control alguno sobre sus funciones.

Por mis venas la sangre fluía a una velocidad que no creía que fuera posible, mis respiraciones eran entrecortadas y mis palabras eran casi guturales sin dejar de ser mi voz en lo absoluto, el psiquiatra se había acercado con cautela al teléfono y había presionado un botón rojo mientras articulaba palabras que no pude llegar a oír a razón de lo que yo misma gritaba. Tome el portarretrato de la repisa y me lo acerque al rostro, el pequeño muchacho en ella daba vueltas y brincos mientras arremedaba cada frase con un tono de voz infantil y balbuceante.

-¿Qué está pasando?- me pregunte pero en lugar de que mi boca reaccionara y repitiera la pauta que le pedía seguir, mi pregunta retumbo como si me encontrara en una cueva dentro de mí, -¿qué demonios pasa? repetí, el eco no se hizo esperar y volvió a recorrer de pies a cabeza donde fuera que estuviera.

–Parece que le cediste el dominio de tu cuerpo a Marlene- sonó a mis espaldas la inconfundible voz de Martha. ¿Cómo es que estaba a mis “espaldas”?,¿Qué no ellas estaban en mi cabeza..?, eso quería decir que ¿Me encontraba ahora dentro de mi propia mente?,- eso es correcto- respondió Mariana con su inconfundible voz más aguda que cualquiera de las demás,-Personalmente hubiera preferido que me hubieras prestado tu cuerpo a mi primero-.

Al voltearme sobre mi misma en mí… lo que fuera donde se supone que fuera en lo que estaba, si es que eso tenía algún sentido estuve frente a frente con dos de mis conciencias mentales. Era casi como… como… sentirte a ti misma en un espejo. No había otra forma de describirlo, el decir que las veía hubiera sido del todo una mentira ya que mis ojos aun estaban enfocados en aquel chico y sus grotescas muecas, no, la más cercano a lo que pasaba en este momento era que las sentía a ambas. Ambas despedían una clase de esencia diferente mezclada con… con… ¡emociones! , ¡Eso!, Mariana desprendía un aroma dulzón y un aura de felicidad casi empalagosa como cuando corres a abrir los regalos debajo del árbol la mañana de navidad, por su parte Martha tenía un extraño aroma a tierra mojada y una brisa de melancolía a su alrededor que solo podía comparar con aquella tarde lluviosa en la que enterramos a Karen en el panteón. Ahora no había la menor duda de una cosa, estaba completamente fuera de mis cabales, delirando, constaba que estaba loca.

-No estás loca- me corrigieron ambas –Solo se te fue de las manos una emoción, a todos les pasa-continuo Martha,-solo debes de retornar a tu cuerpo y tomar de nuevo el control de este-.
-Claro, ¿pero como lo hago?- replique, mas si alguien me respondió no pude entenderle pues comencé a apreciar que mi cuerpo era lanzado hacia adelante y que abruptamente este se golpeaba contra la pared seguido de una presión impresionante que me arrojo contra el piso y me mantuvo ahí.

La incomodidad de un aguijonazo en mi brazo derecho promovió que mi mirada se sintiera desenfocada y mis parpados pesados, la sensación de ser estrujada se desvaneció gradualmente y después de lo que pensé seria solo un parpadeo mas, todo se sumió en la obscuridad. Dulce y relajante obscuridad.

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